"Considero muy importante cuidar a los ancianos en el seno familiar. Hija de divorciados que soy, deseo, como casi todos los hijos de matrimonios separados, que mis padres vuelvan a estar juntos. Cuando estén necesitados de atención, sólo tendré que meter a sus nuevas parejas en un geriátrico; después los cuidaré a ellos dos en casa, donde los acostaré en la misma cama hasta que mueran. Ésta es para mí la idea suprema de la felicidad. Sé que en algún momento podré hacerlo, sólo tengo que esperar con paciencia."
Así introduce la autora el libro por medio de su principal personaje, Helen, un niña de 18 años de edad que sufre de hemorroides o almorranas como ella los llama. Al leer ese prologo el lector creerá que es una historia entre sus padres (si lo es) que buscan el reconcilio y la historia es totalmente romántica y dramática. Sin embargo, es todo lo contrario, es la hisotria de Helen, ésta niña que práctica su vida sexual de forma bizarra, asquerosa, repugnante, donde personas con gran sensibilidad con este tipo de temas no sería capaz de leer las primeras cinco páginas.
Roche Charlotte en su libro, relata la forma en que Helen vive su vida de forma algo desordenada para algunos, donde lo que busca es el reconcilio de su padre. Por tanto hace todo lo posible basándose en su enfermedad en unirlos. Pero, lo interesante de la historia es el modo en que Helen disfruta del sexo con los demás. No tiene ninguna piedad con sus órganos genitales, acude a cualquier aberración que se un ser humano puede hacer. Este
libro nos muestra todo lo que un ser humano puede llegar a hacer para satisfacer sus necesidades sexuales. A través de una niña de escasos 18 años Roche Charlotte nos da a conocer que tan cochinos podemos ser a la hora de satisfacernos a nosotros mismos o con los demás. Este no es un libro para todo el mundo, porque es una historia que se debe leer de forma abierta y racional. Es decir, sin prejuicios y entendiendo que la naturaleza humana es de alguna manera aberrante, y que únicamente la sociedad lo que hace es tratar de esconder esa naturalidad por medio de actos moralistas que lo único que hacen es incrementar más y más ese deseo del ser humano de sacar con más interés esa represión.
Algunos fragmentos del libro...
"En nuestra casa el lavado del chocho se convirtió en toda una ciencia. Se dice que es muy difícil mantenerlo limpio de verdad, pero eso es una gran estupidez. Un poco de agua, de jabón y de frote frote, y ya está.
Cuidado con lavarlo demasiado. Primero, por la tan importante flora vaginal. Luego, por el sabor y el olor, fundamentales para el sexo. No hay que eliminarlos de ninguna manera. Hace mucho tiempo que vengo experimentando con el chochito no lavado. Mi objetivo es conseguir un aroma suave y embriagador que se note incluso con el pantalón puesto, ya sean unos vaqueros gruesos o unos pantalones de esquí. eso no lo perciben los hombres de forma consciente, pero su instinto lo capta puesto que todos somos animales deseosos de copular. Y preferentemente con seres que huelen a coño."
...
"Cuando follo con alguien llevo con orgullo su esperma en todos los resquicios del cuerpo, en los muslos, el vientre y donde me haya regado su leche. ¿Por qué esa gilipollez de lavarse después? Si te dan asco las pollas, los espermas y esmegmas, apaga y vámonos. A mí me gusta que el esperma se seque en la piel y forme costras que se van descascarillando poco a poco.
Cuando se la pelo a alguien, siempre procuro que quede un poco de esperma en mis manos. Luego rasco el esperma con mis uñas largas y lo dejo que se seque en la zona subungular para luego, en el transcurso del día, sacarlo a mordisquitos, darle vueltas en la boca, masticarlo y tragarlo después de un largo proceso de derretido y saboreo. Así tengo un recuerdo de mi buena pareja folladora, o sea, un caramelo conmemorativo del encuentro sexual. Es un invento del que estoy muy orgullosa."
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